La autovaloración y la autoestima son factores claves en el desarrollo saludable de cualquier persona. Pero no siempre resulta fácil alcanzarlos: Los patrones desarrollados especialmente durante la infancia, como reacción a lo que aprendimos por parte de las figuras cuidadoras –junto a los mensajes y creencias que fuimos consolidando como la única verdad posible sobre nosotros mismos-, pueden jugar muy malas pasadas en las relaciones que se establecen durante la vida adulta generando vínculos basados en la dependencia emocional. Especialmente para aquellas personas que durante su niñez se sintieron abandonadas y sin un resguardo claro frente a situaciones de riesgo.
“La dependencia emocional se define básicamente como una relación vincular de cualquier tipo de forma patológica. Esto puede ser tanto de pareja, de amistad o de familia. Es decir, se desdibuja el concepto del Yo como ser deseante y pensante, y los deseos y necesidades del otro pasan a ser mi motor conductual y a dirigir mi funcionalidad”, introduce la psicologa Paula López Hernández quien agrega que muchas veces, quienes se vinculan desde la dependencia emocional no son conscientes de eso.
Algunos de los factores principales que involucran la dependencia emocional, en términos bien sintéticos, son el apego inseguro y la baja autoestima, y entre los miedos más comunes se encuentra el terror a perder a la persona de la cual se depende y en quien se ha depositado todas sus necesidades y expectativas.
En tanto, entre las consecuencias más comunes, a su vez, aparecen síntomas ansiosos y depresivos, pensamientos obsesivos y una total complacencia ante los deseos de su pareja para evitar conflictos y la posibilidad de abandono.
3 señales de dependencia emocional según la experta
Medir tu tiempo en función de la otra persona: López trae al recuerdo la película francesa “Simple Passion” dirigida por Danielle Arbid donde se ve claramente la dependencia emocional que existen en esa pareja. “El personaje principal que sufre de dependencia emocional de su pareja, describe cómo ella misma empieza a medir el tiempo en función de él. Eso sería una definición muy concreta y concisa de lo que es la dependencia emocional”, detalla.
La espera como conducta permanente: La espera de un mensaje, de un encuentro, de una llamada, de una muestra de afecto y atención. Es decir, yo paso mis días esperando que la otra persona me dé una señal de cualquier tipo. ¿Cómo se traduce esto a nivel psicológico? Lo que yo quiero, deseo y necesito, pasan totalmente a un segundo plano. Yo solo me organizo en función de las prioridades que tiene el otro.
Sentirnos en constante miedo al abandono o a la separación: Ya sea momentánea o de manera absoluta de la otra persona. “Puede que todo lo que hacemos se traduzca en un intento desesperado para que la otra persona no nos abandone. Uno pierde totalmente el control de su vida y está esperando que ese otro avale todas nuestras acciones”. Ya no somos nosotros quienes dirigimos nuestra vida, sino el otro.
Causas comunes de la dependencia emocional
“Una de las principales causas de la dependencia emocional podría ser por un apego no seguro en la infancia (es decir, un vínculo inestable con mis cuidadores en la niñez) teniendo como consecuencia un miedo irracional e incontrolable al abandono en la vida adulta, generando constante conductas evitativas en relación a la temida idea del abandono”, dice.
Asimismo, explica que cuando en la vida adulta aparece un vínculo donde la otra persona muestra señales de afecto que nunca habían sido recibidas por la persona que sufre dependencia emocional, se despiertan en el organismo estímulos nuevos que, con la sola idea de perder esa relación se desencadena una sensación insoportable de miedo a la perdida asociada a antiguos patrones.
“Independientemente de la relación que se haya tenido con las figuras cuidadoras en la infancia, la persona también puede haber desarrollado una baja autoestima, y eso también puede generar relaciones de pareja o de amistad con dependencia emocional”, agrega.
En relación a la construcción de una baja autoestima, lo ejemplifica así: “Está relacionado con valor que yo percibo de mi misma, que es el que me lleva a relacionarme con los demás creyendo que mis deseos y necesidades no son importantes, por lo tanto, siempre son secundarios o quedan sometidos a las necesidades y deseos del otro”.
¿Se logra salir de la dependencia emocional?
La experta consultada asegura que sí se puede, y que se logra trabajando en las creencias y en los patrones de comportamiento. Pero, por supuesto que lleva esfuerzo y tiempo y acompañamiento profesional.
Desde la mirada piscológica, la dependencia emocional se puede trabajar desde varios puntos: En primer lugar, desde la regulación emocional entendiendo el papel de nuestras emociones y la intensidad adecuada que ellas ejercen para cada situación. Hay que trabajar en las creencias irracionales que a cada persona que padece dependencia emocional la conducen a reacciones desmedidas ante una mínima señal de inestabilidad, de abandono, de una tensión intermitente.
“Para poder trabajar con la dependencia emocional tengo que primero trabajar con la percepción de mi misma y mi visión del mundo que me rodea con el objetivo de entender cómo se consolidó y cómo se generó esa visión que tengo de mi misma y en el lugar donde me posicioné”, resalta López y agrega que “para combatir las distorsiones cognitivas más comunes (como ser, la creencia de que no soy nadie sin el otro) se tiene que enfocar en el reforzamiento de la autoestima y la autonomía”.
“A través de una activación conductual, se trabaja reforzando la idea o creencia de que esa persona se puede desarrollar sin que sus actividades se vean atravesadas por los deseos y necesidades del otro. A la par, se trabaja la autoestima y la generación de nuevos patrones de pensamientos de responsabilidad afectiva conmigo misma”, finaliza.