La subasta de un cuadernillo tipeado a máquina por el propio Julio Cortázar en 1952, cuando intentaba darle forma definitiva al icónico libro "Historia de cronopios y de famas" que se publicaría 10 años después, se prepara "con muy buenas expectativas",desde Montevideo Sebastián Zorrilla, martillero de la casa Zorrilla que este jueves entregará al mejor postor el lote compuesto por 46 relatos breves, siete de ellos inéditos, rescatados del olvido tras siete décadas de haberlos creído perdidos.
El lote 187 que en dos días saldrá a remate está formado por 60 hojas "en muy buen estado", mecanografiadas y comentadas por Cortázar (1914-1984), a razón de una carilla por página, con las típicas correcciones en birome que exigía la máquina Royal con la que produjo muchos de sus textos.
Son 46 relatos, "35 formaron parte de una primera edición realizada en Buenos Aires 10 años más tarde de haberse escrito ese original, en 1962, algunos con variantes, incluso hasta con un título cambiado, pero con el mismo contenido; cuatro que fueron publicados en revistas literarias mientras Cortázar vivía; y otros siete inéditos hasta ahora", explica Roberto Vega, director de la casa argentina de antigüedades Hilario, que fue la responsable de catalogar esas obras, y quien por eso se encuentra desde ayer en Montevideo, revisando las preliminares del esperado remate.
El piso de ese lote ronda los 12 mil dólares, pero se especula que el 12 de octubre por la tarde ese monto supere los 20 mil. La subasta no será sólo presencial, podrán pujar en ella desde todo el mundo a través de Internet, mediante las plataformas Invaluable, de Estados Unidos, y Drouot, de Francia; y ocurre que "hay correcciones y más correcciones" hechas por Cortázar en esos textos, que son 39, y luego están los inéditos que protagonizan la sorpresa internacional de este hallazgo", comenta Vega.
Los mecanoscritos estaban en la biblioteca de un privado en Montevideo, de quien la subastadora no dio a conocer el nombre, si bien la prensa se refiere a él como "el emperador de los libros del Río de La Plata", recientemente fallecido, cuando su hijo se disponía a tirar una caja con novelas de los años 90 "sin valor" entre las cuales estaría la carpeta cuya autenticidad llevó casi un año acreditar, resultado del trabajo minucioso del escritor uruguayo Aldo Mazzucchelli y del librero anticuario argentino Lucio Aquilanti, dos expertos en la producción cortazariana.
¿Qué variantes y detalles de la génesis narrativa cortazariana permiten vislumbrar los papeles encontrados? "La originalidad de esta pieza temprana es de un valor excepcional tanto por sus textos desconocidos como por las primeras versiones de otros", un ejemplar "extremadamente singular" y hasta el momento desconocido, "indispensable como material pretextual para el estudio genético y del proceso creativo de una de las más afamadas obras del autor", explicó Aquilanti tras su investigación.
Las hipótesis sobre cuáles podrían haber sido las razones de la exclusión de los textos al día de hoy inéditos son apuestas de sentido: "Inventario", por ejemplo, podría inscribirse en la coherencia de "Historia de cronopios y de famas", pero podría también considerarse un texto "de poco impacto en el lector, en comparación con el conseguido por la mayoría de los textos"; indica por su parte Mazzucchelli.
Otros, como "Los viajes y los sueños" y "Diminuto unicornio", son "de gran interés literario", textos "bien acabados y llenos de sugerencia y belleza de lenguaje", asegura: "es curioso que no se hayan publicado -agrega-, pero es un hecho que tampoco encajan fácilmente en la serie de la edición de 1962. Ambos narran situaciones particulares -una orquesta atravesada por un tren en uno, un pequeño unicornio encerrado en una caja en el otro- en un aura claramente fantástica".
Una tercera pata estaría encolumnada por aquellos inéditos que contienen elementos que luego aparecen en la publicada serie de los cronopios, como la "Carta de un fama a otro fama", que describe "la característica de los famas como algo más interesados en los elementos generales de estatus del mundo 'normal'; una cierta tendencia a la envidia o a la competencia; un espíritu obstinado", detalla Mazzucchelli.
¿Donde estaban los mecanoescritos?
¿Cómo se mantuvieron ocultos por 70 años estos originales? "Estaban en una caja sin inventariar, cómo fue a parar ahí se desconoce", dijo Guillermo González, de Zorrilla Subastas, a la prensa extranjera, pero el argentino Vega transita otros caminos en su respuesta a Télam.
En cuanto a la circulación de este material, dice, "es bastante difícil, aunque por otro lado es bastante fácil comprenderla. El Río de La Plata, más que separar, ha unido a Argentina y Uruguay. Unió a sus poblaciones, sus historias, sus escritores, artistas y pintores. La circulación de la creación artística, del derrotero político incluso, es tan fuerte entre ambos países que localizar una obra argentina en Uruguay o una obra uruguaya en Argentina es algo cotidiano. Lo era en el siglo XIX y, por supuesto, lo fue en el siglo XX y lo es hoy también".
Entonces, "probablemente sobre estos mecanoscritos extraviados, Cortázar le escribe a uno de sus amigos y le dice, ¿no te llegaron? Bueno, seguramente los deben haber considerado horribles, material intrascendente y por esa razón no se hicieron eco de mi envío, como despreciando, digamos, en un juego irónico, su creación literaria", continúa en su especulación, que, como un juego de aquel surrealismo mágico del boom cortazariano refiere a una carta enviada por el escritor a su gran amigo, el pintor y poeta Eduardo Jonquiéres.
"¿No te pasó Baudi mis pequeños cronopios, mis famas y esperanzas? Quiero que las leas porque son muy encantadores, muy tristes y muy enternecedores. Estoy muy contento de esos ejercicios, pero me temo que a Baudi le hayan parecido horrendos, a juzgar por su ominoso silencio", le escribe Cortázar a Jonquieres en 1952.
"Lo maravilloso -continúa Vega-, es que esos textos, perdidos para Julio Cortázar, 70 años más tarde aparecen dentro de una caja, una caja con material intrascendente, libros, folletos que dan la impresión de tener como destino un contenedor de basura o una donación, porque a nadie que tenga libros le agrada la idea de tirarlos a la basura -advierte-. Pero lo cierto es que en esa caja, como en un doble fondo, estaban estos mecanoscritos armados sin duda por Cortázar, como una especie de carpetita, como se hacía en aquella época, con un brochecito de metal, dos agujeros en el margen izquierdo de las hojas".
Finalmente, ¿se espera hallar más manuscritos o textos cortazarianos o de otros autores del Boom en esa colección, una vez culminada la revisión de esas cajas sin inventariar? "La verdad es que sí, que probablemente haya más material, y cuando digo más material me refiero a primeras ediciones, libros muy raros -afirma Vega-. No me cabe duda en ese maremágnum de títulos, seguramente vamos a encontrar obras muy interesantes. Luego, si hay chances de que aparezca algún original de otro autor, bueno, las esperanzas no están perdidas, y los miembros de la familia ahora están revisando todo el material con muchísima meticulosidad, porque esperan dar con algo más".
Pero los textos que sí están, los que en 48 horas saldrán a la venta, "nos muestran a un Cortázar íntimo, un Cortázar que se comunica con sus colegas y referentes, que estando en París y alejado de la Argentina no pierde el contacto con sus amistades y, que desde la alegría de sus hallazgos literarios, les comunica en distintas cartas que está escribiendo sobre las costumbres y derroteros de uno bichos que ha descubierto y que decidió llamarlos cronopios, famas y también las esperanzas", señala Vega.
A fines de 1951, instalado irremediablemente en la París de posguerra, después de emplearse como traductor en la Unesco, a Cortázar, el hijo del diplomático, el tedio lo abruma. En Buenos Aires había publicado su genial tercer libro, "Bestiario", sin éxito. Llevaba 14 copias vendidas por él y en esa "París herida", con "las cicatrices de la ocupación nazi aún abiertas", más y más crece su "magia", explica Aquilanti.
El librero y anticuario imagina a un Cortázar caminando por el Quai de La Tournelle o fumando acodado en el Pont Neuf o escuchando a Jean Cocteau recitar en los Champs Élysées cuando le escribe a su amiga María Rochi, "me han nacido unos nuevos bichos que se llaman cronopios", esos que ahora algunos conocerán por primera vez.