Como cada lunes de los últimos meses, Unión figura en FIFA entre los clubes inhibidos por deudas junto a Independiente y San Lorenzo. La semana pasada se conoció que se estaba muy cerca de pagarle a Gustavo Munúa y que la llegada de incorporaciones era inminente, pero finalmente eso no pasó.
Nuevamente el DT Cristian González prendió el ventilador luego del partido ante Racing y enfatizó su malestar al respecto. Incluso, trascendió que amagó con renunciar. Este lunes tuvo una reunión con el presidente Luis Spahn, por lo que las aguas se calmaron, pero el ambiente igual sigue tenso.
La realidad es que, por más que Unión cobró sumas importantes por ventas, no pudo cumplir con las obligaciones en moneda extranjero y por eso mantiene esta mochila que le juega en contra en un mercado de pases muy austero. Informaciones preliminares indicaban que la deuda ascendía a los 300.000 dólares, pero por lo que pudo saber Diez en Deportes, ya serían 500.000 por penalidades en la demora.
Algo que estaría estipulado incluso en el acuerdo de rescisión, que es lo que el charrúa reclama, a través de su representante Pascual Lezcano, que se volvió un fuerte dolor de cabeza para el Tate. El tema es que, si esto se dilata más, la cifra se incrementará y, si todavía no pudo cancelarla, menos si es mayor.
Se viven horas decisivas al respecto, ya que Unión pateó esta situación lo más que pudo, pero con el ultimátum de Kily el escenario cambió.