Una señora se subió al subte como una vendedora ambulante más, pero llevaba un loro y un parlante para hacerlo bailar y cantar.
al subte se subió una señora con un LORO y un parlante a bailar y cantar, pensé que estaba loca pero si se fijan bien, el loro se prepara antes de que arranque la canción y ella lo motiva. Tal vez el loro no se animaba a cantar solo y ella lo acompañó. pic.twitter.com/k4sicjjUMW
— Quimey Herrera (@QuimeyHerrera01) September 8, 2024
Los juglares, con instrumentos musicales y dispositivos para amplificar el sonido, están a la orden del día en trenes y subtes, como parte del desfile de vendedores de todo tipo de mercaderías, de personas que piden ayuda a los pasajeros, al igual que los exhibidores de todo tipo de habilidades.
En general, funcionan en forma ordenada y responden a organizaciones dedicadas a proveer biromes, golosinas, medias de nylon, sets de costura, selfie sticks, broches, paltas, una oferta interminable que vocearán por los vagones.
Está el que ofrece combos: vende una birome, pero regala otra, y le añade un cuaderno y una goma de borrar.
Otros tienen un nivel de exactitud impresionante para comparar sus precios con los de los comercios: el mismo producto que se consigue entre $22,50 y $27,35, ellos lo tienen a dos por $20.
Luego está el transparente, el que jura y rejura que el alfajor o la barrita de cereal que está vendiendo tienen la fecha de vencimiento impresa en el paquete. E insiste: podemos chequearla.
También hay quienes le encuentran un propósito específico a lo que están ofreciendo: “para regalar, para regalarse” o “para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero”.
Otros dejan sobre la falda su producto, sin que se lo pidan y sin que su receptor lo note. Y luego pasan a retirarlo si la tentación no fue tan fuerte como para que se lo compren.