La denominación de origen hace referencia a la clasificación que se le proporciona a un vino que ha sido elaborado en una región vinícola específica según los aspectos de calidad que se marcan para pertenecer al grupo. Además, este tipo cuenta con una regulación oficial a diferencia de otros.
En cuanto a la denominación están:
– Los vinos de mesa, que no requieren ningún tipo de denominación más allá del país de elaboración.
– Los de tierra cuentan con una serie de controles de calidad pero mínimos y su etiqueta es muy básica. Suelen ser vinos que se producen en lugares con condiciones meteorológicas específicas.
– Los que cuentan con indicación geográfica son los que se elaboran en una localización concreta siguiendo la uva y pautas típicas de la región.
– Los que cuentan con la denominación de origen son vinos que han pasado por los controles del consejo regulador y respetan las calidades diferenciales de la zona.
– En un siguiente nivel contamos con la denominación de origen protegida, que alberga diez años de anterioridad como denominación de origen y se tiene que haber distribuido en bodegas autorizadas por el consejo regulador. Es un nivel alto de calidad.
– Los de pago son aquellos que los propios propietarios del terreno o “pago” y que se elaboran con la uva del lugar de increíbles características. Es la clasificación más alta de las denominaciones.
La denominación de origen en un vino tiene que cumplir con una serie de requisitos para ser catalogado como tal. En primer lugar, se deberá haber elaborado en el lugar determinado de la designación y su composición tendrá que ser de la uva de la propia denominación de origen, detalla el blog Jamón puro bellota.
Por otra parte, tiene que contar con una serie de aspectos de calidad que sean relevantes y propios del lugar de origen, así como tener valor diferencial frente al resto de vinos de otros lugares. Y tiene que disfrutar de prestigio en el origen de producción, así como ser “producto de la zona” desde hace cinco años.