Actividades físicas como correr y bailar generan una importante quema de calorías, pero hay otra actividad que tiene la misma función, auqnue sin transpirar: pensar. El motivo es que el cerebro humano representa, aproximadamente, el 2% del peso corporal, y consume un 20% del oxígeno y de la glucosa del organismo.
Si está en estado basal, puede consumir unas 350 calorías en 24 horas, esto es, un 20% de lo que solemos gastar al día. Representa un gasto calórico que es equiparable al de las actividades físicas señaladas anteriormente, según los registros que maneja la Universidad de Harvard sobre el tema.
Todos los procesos fisiológicos precisan energía, aunque el cerebro es el órgano que más energía consume, y además está continuamente funcionando, incluso durante la noche, lo que justifica su gran gasto energético.
No obstante, el consumo energético cerebral es variable. Cuando está en modo normal, como cuando vamos caminando por la calle pensando en nuestra cosas, quizá el consumo sea menor, en el sentido de que ninguna zona del cerebro se activa más que otras.
Pero, si de repente comenzamos a resolver un problema, se activa una región concreta y pasa a gastar más combustible. El gasto energético del cerebro se mide por la cantidad de riego sanguíneo cerebral (oxígeno en sangre) y utilizando resonancia magnética funcional y espectroscopia por resonancia magnética.
Más que el oficio que se tenga, es la tarea intelectual, más que el oficio o el trabajo en sí, lo que determina el gasto energético, y puede ocurrir que un administrativo tenga más gasto energético. Una hora de trabajo intelectual intenso consume prácticamente la misma energía que una hora de trabajo físico intenso, y si se le añade factores externos como estrés y presión el gasto es mayor.