Una nueva investigación señala que el uso excesivo de dispositivos tecnológicos tiene consecuencias negativas en el desarrollo de los chicos, especialmente cuando el hábito se concentra en los primeros años de vida.
“Los padres pueden pensar en las pantallas como si les dieran comida chatarra a sus hijos. En pequeñas dosis no es tan malo, pero en exceso tiene consecuencias”, dice Sheri Madigan, psicóloga de la Universidad de Canygan, en Canadá, que lideró este trabajo.
El estudio se extendió por diez años, analizando el comportamiento de 2.400 nenes. Madigan reclutó a mujeres embarazadas, quienes consintieron la participación y examen de sus futuros hijos.
“Lo novedoso de este estudio es que estamos estudiando a niños realmente pequeños, de dos a cinco años de edad, cuando el desarrollo cerebral progresa muy rápidamente”, comenta la especialista.
Conclusiones y limitaciones de la investigación
La pregunta central de este estudio es cómo afecta la exposición a las pantallas (celulares, tablets, televisión, computadoras, consolas de videojuegos, etcétera) en el desarrollo de los más pequeños. La conclusión: cuanto mayor es el tiempo frente a la tecnología entre los dos y los tres años de vida, peor es el desempeño de estos nenes a los cinco años en las pruebas de desarrollo.
Los investigadores analizaron cinco habilidades: comunicación, destrezas motoras gruesas y finas, resolución de problemas, y sociabilidad. Lo hicieron mediante diferentes pruebas. Por ejemplo, poniéndolos a enhebrar cuentas en una cuerda, o pidiéndoles que formen oraciones con una cantidad específica de palabras.
“Cuando los niños pequeños están observando pantallas, pueden perder oportunidades importantes para practicar y dominar las habilidades interpersonales, motoras y de comunicación”, señalan en coincidencia con diversos informes que asocian el uso excesivo de la tecnología con problemas en el desarrollo infantil.
Además, el informe sostiene que el hábito influye negativamente en el desarrollo del habla y que perjudica el sueño en los nenes. La investigación liderada por Madigan incluyó variables como el género de los menores, condiciones socioeconómicas y familiares. En este sentido, si bien advirtieron diferencias de rendimiento por ejemplo entre los nenes que en sus casas eran incentivados a la lectura y los que no, los resultados finales se mantenían: cuanto mayor es el tiempo de exposición a las pantallas, peor es el desarrollo.
Madigan sostiene que este estudio de largo alcance apoya la asociación direccional entre el tiempo de uso de los dispositivos y el desarrollo. O sea, que la investigación demuestra que el hábito excesivo influye en el desarrollo y que, en tanto, la relación no es casual.
La principal crítica que recibió esta investigación es que no analizó en forma separada las diferentes experiencias frente a las pantallas. Por ejemplo, no distingue entre el hábito de un nene que mira dos horas seguidas videos online y la de un pequeño que juega un videogame didáctico. O las diferencias entre la tecnología disponible hace diez años y la que actualmente está al alcance de muchos menores.
A fin de cuentas, el informe no insta a prohibir sino a controlar. “Recomiendo que los pediatras y los profesionales de la salud guíen a los padres respecto al tiempo adecuado de exposición a las pantallas, y que discutan las posibles consecuencias del uso excesivo”, concluye Madigan en declaraciones a The Guardian.