Miles de pequeños comercios abrieron este lunes sus puertas en España tras 50 días de confinamiento por el coronavirus, en medio de incertidumbre y miedo, pero también con la esperanza de poder recuperar poco a poco la actividad para salir a flote tras uno de los peores brotes registrados en el mundo.
"La gente tiene que ver que la vida vuelve al barrio", dijo Luis Gonzalo, propietario de una juguetería especializada en educación situada en el Paseo Sant Joan de Barcelona, que esta mañana subió la persiana por primera vez en siete semanas, con ilusión y mucha precaución, tras adoptar las medidas de seguridad recomendadas.
"Sacamos los juguetes del piso, no se puede tocar nada y pusimos gel en el puerta. Los clientes tienen que entrar con barbijo y de uno. Además, solo se puede pagar con tarjeta", explicó el comerciante a Telam, mientras una mamá y su hijo esperan en la puerta del local para entrar a comprar una pelota.
"No dudé en abrir, pero creía que no iba a vender nada y ya hice tres ventas", apunta el responsable de este pequeño negocio familiar que pudo adaptarse a la crisis del coronavirus y, siendo optimista, ya planea hacer algunos pedidos a sus proveedores.
Todo tipo de comercios de menos de 400 metros cuadrados, desde librerías, peluquerías, ferreterías, tiendas de ropa o decoración, pueden abrir desde hoy aunque con cita previa, y la atención debe ser individualizada y manteniendo las medidas de seguridad, tanto de distanciamiento como de protección individual.
Las peluquerías, acostumbradas a trabajar con cita previa, fueron las que más rápido se pusieron en marcha desplegando el dinero necesario para el material de protección, como pantallas faciales o toallas descartables.
"No ha sido fácil, pero teníamos que abrir para no perder a los clientes y nos adaptamos retirando sillas para que haya más espacio, y compramos material de protección y desinfectamos todo. Trabajamos con mucho cuidado", asegura Arnau Macarro, quien junto a un socio lleva adelante una peluquería desde hace tres años.
Este paso de apertura corresponde a la "fase 0" del plan de desescalada gradual y asimétrico que el gobierno español del socialista Pedro Sánchez comenzó a poner en marcha la semana pasada levantando parcialmente las restricciones impuestas a los niños.
Además, desde el sábado último, todos los ciudadanos pueden salir en diferentes franjas horarias a pasear o hacer deporte, y a partir del 11 de mayo, se espera que todo el país entre en la "fase 1", que habilitará la apertura de terrazas (espacios exteriores) de bares y restaurantes con un 30% de ocupación, así como de hospedajes turísticos sin utilizar espacios comunes. También se podrán realizar reuniones en los hogares.
No obstante, debido a la baja incidencia de la pandemia algunas de las islas Baleares y de Canarias arrancaron ya en la primera fase.
Cataluña se encuentra en el otro extremo, al ser la región que ahora registra más contagios, de ahí que la reapertura se produce en un contexto de una gran incertidumbre y temor de los ciudadanos a que se produzca un rebrote y, en consecuencia, una marcha atrás en los planes de apertura.
Ese escenario sería devastador para emprendedores como el francés Yahya, cuyo restaurante "Local", ubicado en una céntrica zona 'chic' de Barcelona, se prepara para reabrir el 11 de mayo, aunque solo ofrecerá bebidas ya que poner en marcha la cocina no le sale a cuenta.
"Trabajar con cita previa para llevar comida no tiene ningún sentido, pero voy a reabrir la terraza para darle un poco de vida al restaurante", explica el pequeño empresario a Telam mientras supervisa la desinfección de su local.
Yahya está pendiente de que le aprueben un crédito avalado por el Estado para seguir adelante con su emprendimiento y aunque todos sus empleados están suspendidos confiesa que tendrá que despedir a varios.
"No puedo poner un café a 6 euros para poder mantener un sueldo", argumenta.
A pesar de que es optimista también es consciente de que no facturará como antes porque -subraya- "se sembró mucho miedo".