Uno de los cuatro policías imputados por el asesinato del afroestadounidense George Floyd fue liberado bajo fianza en Minneapolis, mientras en la capital del país la tensión política creció aún más hoy con cruces más o menos directos entre la Casa Blanca, la oposición y la cúpula de las Fuerzas Armadas.
Aunque las protestas multitudinarias contra el racismo y la brutalidad policial amainaron en gran parte del país, el clima de tensión política se mantiene, tanto en la capital, donde el debate se instaló en las principales instituciones del Estado, como en Minneapolis, donde la comunidad negra no solo pide justicia por Floyd, sino cambios inmediatos.
El clima se tensó aún más en Minneapolis cuando se supo que el policía Thomas Lane, uno de los tres que observó cómo su compañero, Derek Chauvin, asfixió a Floyd hasta la muerte por ser sospechoso de pagar con un billete falso de 20 dólares, fue liberado tras pagar 750.000 dólares.
Chauvin está imputado por homicidio en segundo grado, mientras que Lane y los otros dos policías enfrentan los cargos de incitación y complicidad en el asesinato de Floyd y podrían recibir condenas de hasta 40 años de prisión.
El abogado de Lane, Earl Gray, argumentó frente al tribunal que, a diferencia de sus compañeros, él pidió que pusieran a Floyd de costado para que pudiera respirar y luego intentó revivirlo en la ambulancia, de camino al hospital, según el canal de noticias ABC.
Sin embargo, la familia y amigos de Floyd rechazan este argumento y ya pidieron que los cuatro policías que participaron del arresto fueran condenados.
En Washington, en tanto, el debate ya se centra en posibles cambios federales y en el rol que cumplió el presidente Donald Trump durante esta crisis política.
La gran sorpresa del día la dio el máximo comandante militar, el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Mark Milley, cuando en un discurso en una universidad se lamentó de haber participado de la cuestionada foto de Trump con una biblia frente a una iglesia dañada por una de las noches de disturbios en la capital.
Para lograr esa foto, policías y, principalmente, la Guardia Civil reprimieron con gases lacrimógenos a los manifestantes que de manera pacífica rechazaban la presencia del mandatario y lo acusaban de apoyar el racismo y la brutalidad policial que casos como el de Floyd evidencian de manera sistemática en el país.
"No debí estar ahí", aseguró Milley y agregó: "Mi presencia en ese momento y en ese contexto creó la percepción de que los militares se involucraban en la política interna".