Mientras que los medios de comunicación informan que la epidemia de coronavirus ha terminado en Nueva Zelanda, los habitantes del oeste de Auckland se enfrentan a una plaga de pollos salvajes, problema que parecía casi resuelto antes de la pandemia, según The Guardian.
El cacareo de las aves le quita el sueño a los habitantes del suburbio de Titirangi. Las gallinas devastan jardines, huertos y las raíces de los árboles Kauri (especie emblemática de Nueva Zelanda y la de mayor tamaño del país).
Tītīrangi chicken eviction: birds to be rounded up and moved on https://t.co/mfHZORTEOW
— RNZ News (@rnz_news) July 11, 2019
Sin embargo, algunos neozelandeses se compadecen de las aves y las alimentan, sin embargo la comida que dejan para ellos, a su vez, atrae a las ratas. Y, al parecer, esta gota ha sido la gota que colmó el vaso, según las declaraciones a The Guardian del presidente del consejo público de la región de Waitākere Ranges, Greg Presland, encargado de resolver el problema.
"Esto ha revivido las viejas discrepancias en la localidad", dijo. Algunos habitantes creen que las gallinas salvajes dan al área una apariencia pintoresca, mientras que otros lugareños los ven como "algo de una película de Stephen King".
En el suburbio de Titirangui viven menos de 4.000 personas y hay alrededor de 20-30 gallinas salvajes.
Según Presland, el problema con las aves salvajes surgió en 2008, cuando uno de los residentes liberó dos pollos domesticados que comenzaron a vivir de forma independiente. Desde entonces, el número de aves ha aumentado, llegando a 250 en 2019.