El ajo es el complemento perfecto en los distintos procesos de cocinado, contribuye a enriquecer el sabor de los platos y resulta beneficioso para la salud. Es rico en alicina, un producto que actúa como antibiótico natural y antibacteriano, proporcionando también un efecto antivírico. Reduce el colesterol malo y la presión sanguínea y es un poderoso antioxidante y antitóxico.
Contiene múltiples vitaminas y minerales saludables, como calcio o fósforo, siendo un depurativo para el intestino y el hígado. Cuida tu corazón gracias a su alto valor nutritivo, además de que tiene pocas calorías. Se convierte, así, en un complemento ideal para cualquier tipo de comida que queramos elaborar.
Según su coloración, los hay blancos, negros, violetas, rosados o castaños. A la hora de comprarlos, elegí cabezas firmes, sin huecos y con un tono uniforme. Guardalos en un lugar seco y oscuro, pero nunca en la heladera. Lo ideal es conservarlos en un recipiente de cerámica con algunos agujeros.
El blanco es más carnoso y se emplea comúnmente en numerosas recetas, con un sabor agradable y suave, al igual que el rosado o el castaño; otros como el violeta puede llegar a ser más fuerte, mientras que el negro proporciona un sabor algo más dulce.
Para obtener los máximos beneficios, es recomendable comerlo crudo, picado o machacado, así se mezclan las enzimas que tiene en su interior y se potencian sus
propiedades. A modo de condimento, lo podemos aplicar en pastas, carnes, sopas, ensaladas, etc. Tené en cuenta que cuando el ajo se cocina – a partir de los 45º C- pierde muchas de sus propiedades.
Para quitar el olor de las manos, partí un limón por la mitad y frotá la pulpa sobre los dedos. Lavá con agua fría y jabón.