Para muchos, una de las peores sensaciones del día tiene lugar en su mismo comienzo: cuando el 'bip-bip' (o la radio, o el temazo de turno) nos arranca bruscamente de los dulces brazos de Morfeo, llamándonos a prepararnos para ir a trabajar.
De hecho, no es nada raro tratar de retrasar un poco este doloroso momento aplazando la alarma (el famoso botón 'snooze'), el famoso "cinco minutos más". "Lo hace casi el 50% de la población, según encuestas", explica a 20Minutos Adela Fraile, coordinadora de la Unidad del Sueño del Hospital Universitario HM Puerta del Sur.
Sin embargo, esta pereza, que a priori podría parecer inocente, puede evidenciar un problema más profundo de sueño del que quizás no somos todo lo conscientes que deberíamos.
Detrás de la costumbre de aplazar la alarma, a veces directamente sistematizada (¿Quién no conoce casos de personas que se programan varias alarmas sucesivas para levantarse de la cama?) yace una concepción errónea. "El motivo no es otro que una falsa creencia de que así se alarga el ciclo de sueño", desarrolla Fraile.
Y es que, según detalla esta experta, no se prolonga este ciclo sino que "comienza un nuevo ciclo de sueño que no suele ser completo, ya que unos minutos más tarde sonará la nueva alarma, y entonces lo más probable es que despiertes aún más cansado que la primera vez".
Esto sucede por el fenómeno conocido como 'inercia de sueño', que no es otra cosa que el estado de disminución de la capacidad cognitiva y del estado de alerta que la mayoría de personas experimentan nada más levantarse. Es decir, el 'atontamiento' que todos conocemos.
"A esa hora de la mañana se deberían haber puesto en marcha los mecanismos que nos ayudan a despertar: sueño ligero, aumento de la temperatura corporal, aumento en la secreción de cortisol y de otras hormonas", señala Fraile. La inercia de sueño sucede por despertar sin que se de este proceso; "evitando así la sensación reparadora de sueño anhelada en esos minutos".
La inercia del sueño es algo natural cuando nos despertamos bruscamente y cuya duración e intensidad depende de bastantes factores como la fase del sueño en la que nos encontramos en el momento en el que suena la alarma, la falta de descanso y la fragmentación del sueño. Esto último es básicamente lo que hacemos al emplear varias alarmas para despertarnos: preparamos nuestro cuerpo para volver a dormir, sólo para interrumpir ese proceso minutos después.
Con todo, Fraile destaca que el hecho de darle al snooze no tiene, en sí mismo, ningún efecto negativo comprobado. "No tiene ningún efecto positivo, pero tampoco se ha encontrado ningún perjuicio, más allá de que se procrastina sin ningún beneficio real", apunta.
En cambio, señala que puede ser sintomático de problemas más profundos. "Esta conducta revela el trastorno de sueño insuficiente que sufre más de un 30% de los individuos", dice.
"La causa es multifactorial: uso de tecnología en horario vespertino, exposición excesiva a la luz de las pantallas, horarios de trabajo o estudio demasiado extensos, inicio de la actividad escolar o laboral demasiado temprano...", continúa.
Según explica, es este trastorno de sueño insuficiente de fondo el que puede provocar distintos efectos negativos en nuestras vidas: "Los efectos diurnos de esa privación de sueño van desde el mal rendimiento escolar y laboral, dificultad de concentración, fatiga, aturdimiento, trastorno de ánimo, hasta una mayor predisposición a sufrir un accidente".
Este impacto de la falta de sueño en la vida diaria y en la salud general de las personas que señala Fraile no es algo nuevo; son muchos los estudios científicos que han encontrado relaciones entre el sueño insuficiente y las enfermedades cardiovasculares, los trastornos del ánimo y el riesgo de suicidio y los accidentes cerebrovasculares.
Por todo ello, la mejora de la calidad del sueño debe pasar en primer lugar por tratar de dormir el tiempo necesario, que varía según la edad: según señala Mayo Clinic, serían entre 12 y 16 por cada 24 horas para los niños de 4 a 12 meses, 11 a 14 para los de uno a dos años, entre 10 y 13 para los de 3 a 5 años, entre 9 y 12 para los de 6 a 12 años, 8 a 10 para los de 13 a 18, y 7 o más para los adultos.
Más allá de eso, también hay maneras más sanas de despertarnos. "Nuestro ritmo circadiano se rige por la intensidad lumínica del ciclo día-noche", concluye Fraile: "Si sincronizamos el reloj interno y el externo y dormimos un número suficiente de horas, sería ideal finalizar el sueño con el estímulo lumínico del sol de la mañana, pero esto no es posible en la mayoría de los hogares. Así que sería adecuado que nuestro despertador tuviera una intensidad de luz progresiva que imitara el comportamiento natural".