Las siestas cortas son una herramienta valiosa para recuperar el estado de alerta y la energía con la que iniciamos el día. Su principal beneficio es contrarrestar los efectos fisiológicos que ocurren en el cuerpo desde que nos despertamos.
Esto ayuda a mejorar el estado de ánimo, a reaccionar a estímulos más rápidamente, a reducir la posibilidad de cometer errores y a enfocarnos y poner más atención en lo que tenemos que hacer por la tarde.
Su duración debe oscilar entre 10 y 20 minutos. Pero si lo que buscamos es mejorar la memoria, la creatividad, las funciones perceptivas o procesos cognitivos, se requiere una más larga, de hasta 90 minutos.
En las más largas —de entre 60 y 90 minutos— entramos en la fase REM, y ese sueño profundo es el mismo tipo del que tenemos durante la noche y por eso conlleva los mismos beneficios.
Hacer una siesta corta es como nadar o andar en bicicleta: es decir, es una habilidad que requiere entrenamiento y que, en poco tiempo y sin gran esfuerzo, puede adquirirse. Para ello, si tenés la posibilidad de dedicarle un tiempo, poné una alarma para asegurarte de no pasarte de largo. Si practicás todos los días dormir a la misma hora, tu cuerpo incorporará el hábito de asociar esa actividad a un tiempo específico. Esto demora unos tres meses el pasar de ser una persona que no puede hacer una siesta a una que lo hace con facilidad.
Lo importante es no forzarse a dormir, sino simplemente acomodarse en la cama, un sillón o un lugar que resulte cómodo, oscurecer la habitación o usar una mascarilla para cubrirse los ojos y aprovechar ese momento para estar quieto y descansar. También es recomendable cinco minutos antes de hacer una siesta dejar de mirar el teléfono o leer correos, respirar con calma y quizás beber un poco de agua.
Los beneficios no solo se obtienen si nos dormimos sino también del simple hecho de cerrar los ojos por entre 10 y 20 minutos y hacer una pausa, que es buena para los que han dormido bien la noche anterior y para los que no, aunque no debemos sobrepasar el tiempo (en el caso de la siesta corta 20 minutos, y en una completa los 90 minutos) si no queremos sentirnos aletargados al despertarnos.
Para algunos, las siestas son algo ideal para descansar y empezar de nuevo, pero para otros este es el tipo de descanso equivocado. Se recomienda en este último caso buscar una alternativa como salir a caminar, hacer ejercicio o meditar.