Con personajes complejos e hilarantes y un registro humorístico que se mofa de la corrección política y del impacto real de las políticas de diversidad, la serie de Netflix “División Palermo” se convirtió rápidamente en un éxito y, en una época en la que la producción cultural vive arrinconada por el señalamiento y la cancelación, habilitó el debate al animarse a explorar los grises alrededor de la discapacidad, el género, la inclusión y las instituciones.
Estrenada el 17 de febrero, integrante del carrusel de las más vistas en Argentina desde entonces y con la promesa de una segunda temporada, la serie reconstruye las jornadas de una brigada urbana integrada mayoritariamente por personas con discapacidad a partir de un proyecto de inclusión ambicioso pero flojo de papeles.
Y es el tipo de humor -incisivo, poco condescendiente y autocrítico- el que habilita un tratamiento de temas como la inclusión laboral, la sexualidad de las personas con discapacidad, la mirada social que infantiliza y lo inútil que resulta la autoayuda sin por eso caer en el registro del documental o de la ficción testimonial.
Tras la salida de la serie, en las redes sociales funcionó una suerte de efecto contagio motivado por el boca a boca y, de pronto, todos parecían estar viendo el maratón de ocho capítulos de "División Palermo". La presencia en la red del actor y guionista de la serie, Santiago Korovsky (que trabajó también "Algo de Carlos", "Casi feliz" y "El Reino") sumó un condimento: desde allí compara la ficción con la realidad, opina sobre los personajes y participa de debates con el resto de los usuarios.
El escritor Eduardo Sacheri, autor de éxitos como “La pregunta de sus ojos” y “Lo mucho que te amé”, fue uno de los que usó Twitter para recomendar la serie en los primeros días que estuvo al aire. “Hace tiempo que no los fatigo recomendando series por acá. Vengo a remediar eso: disfruté mucho 'División Palermo'”, les recomendó a sus seguidores. Los motivos, se los explicó a Télam durante una charla: “Me convocó la irreverencia y que se animen a hacer una serie centrada en un humor incómodo que es tan difícil de hacer en la solemnidad de la corrección política que campea hoy en día”.
Para el autor, también fue un desafío muy grande desde lo narrativo porque “hacer una serie donde la dinámica depende del humor exige casi una métrica muy difícil de lograr. Entre las formas de construcción de una trama, que el humor sea lo fundamental, es muy muy difícil”. Destacó, además, algunas “actuaciones espectaculares”: “Desde lo narrativo, lo actoral y la puesta en general me pareció extremadamente interesante”.
Para la licenciada en Comunicación, docente, investigadora y ensayista Ingrid Sarchman, lo distintivo de "División Palermo" es cómo usa el recurso del humor, un ejercicio mucho más complejo que hacer reír al espectador y encasillar la serie con el rótulo de “comedia”. “Es un tipo de humor que se ríe de sí mismo, autorreflexivo. Entiendo que, como pasa con las películas de Woody Allen, es un humor que se burla de aquello que se ve en el espejo. Los creadores de 'División Palermo' son hijos de la progresía porteña palermitana y se están riendo de sí mismos. No se burlan de nadie en particular sino que interponen un espejo para poder hacer humor”, reflexiona Sarchman. Y aclara, además, que “el humor que se burla de sí mismo” implica legitimidad y también una reflexión que hace salir sobre la solemnidad de creerse mucho la propia autopercepción. “Es un gesto muy inteligente porque permite salirse del propio ombligo. Y también es catártico porque permite exorcizar algunos fantasmas”.
¿Cómo opera el humor para lograr desnudar los discursos de falsa diversidad y mofarse de la corrección política en plena era de la cancelación? “Cuando uno pertenece a un colectivo -acá vinculado al progresismo de clase media, la diversidad y la tolerancia- es interesante revisar esos discursos que de alguna manera nos constituyen. Su diferencial es que toma esos discursos de la progresía -que en principio nadie se anima a cuestionar mucho- para revisarlos. Entonces, eso permite separar las políticas reales de inclusión de los discursos que se jactan de ser inclusivos, que no son lo mismo”, explica Sarchman sobre cómo "División Palermo" aborda cierto discurso vacío y, desde ahí, ahí opera la crítica. Insiste, sin embargo, en que “el efecto” se logra porque lo hace desde adentro: “Sólo puede burlarse porque los conoce”.
Para la ensayista, la serie no está, en verdad, amplificando el debate sobre la inclusión sino que trajo a colación la crítica de la fachada, y la hipocresía de ciertos discursos: “El humor no está usado para burlarse del diferente sino que apunta contra aquel que se jacta de incluir del diferente. Y lo que desnuda es que todo ese discurso bienpensante en realidad enmascara grandes prejuicios y miedos”.
A Verónica González Bonet, periodista de la TV Pública y la primera presentadora ciega de un noticiero argentino, "División Palermo" le encantó. “El humor está muy bien abordado. Me gusta que sale de ese registro lastimoso que tanto circula cuando se habla de nosotros y que, por lo general, nos trata a los discapacitados como si fuéramos angelitos bondadosos”. Pero además, la sorprendió el matiz con el que "División Palermo" usa el humor: “Al momento de hacer chistes sobre discapacidad, la intencionalidad marca la diferencia. Y acá está muy bien aplicada, creo que encontraron el punto justo para que el gesto no quede asimilado con una burla y podamos reírnos, desde nuestras historias distintas, todos”.
Que la trama aborde el problema de la exclusión laboral y qué tan difícil es para un discapacitado insertarse en el mercado de trabajo le resultó sumamente importante. Recuerda que aquello apareció por primera vez con claridad en la ficción en la serie “Jorge”, una comedia dramática emitida en 2013 por la Televisión Pública. Allí, uno de los protagonistas era un joven paralítico y mostraba qué tan difícil le resultaba conseguir trabajo. González Bonet también repara en que "División Palermo" tiene una mirada innovadora en aristas como la sexualidad. Encuentra dos antecedentes donde también el tono había sido apropiado y donde la trama hacía honor al desafío: un capítulo de “Sex educatión” y “Seis sesiones de sexo”, una película que puso en debate la asistencia sexual.
Tal vez, el éxito y la popularidad de la serie se sostenga en un mecanismo clásico de la ficción que, por tanta corrección política, algoritmo y modas, parece casi olvidado: una historia con personajes entrañables y reales que evitan ocupar el lugar común de víctimas para hacer de su diferencia una gran herramienta narrativa.