Los Pumas cerraron Francia 2023 con un cuarto puesto que sintetiza lo que fue su recorrido. Un equipo que tuvo temple para recuperarse de sus errores y apareció en los momentos justos para estar en semifinales, pero que se empecinó con un juego que nunca terminó de asimilar y fue inconsistente. El análisis de Alejo Miranda.
Hay dos formas de analizar el paso de los Pumas por el Mundial de Francia 2023. Una, en función del resultado. Otra, desde la perspectiva del rendimiento. Curioso: las dos miradas arrojan una conclusión similar. La de un equipo que llegó lejos y alcanzó sus metas, con momentos de muy buen rugby y un meritorio cuarto puesto. Al mismo tiempo, dejó la sensación de que estuvo lejos de su potencial y se quedó con las ganas de llevarse una medalla.
El debut con Inglaterra, por mucho que se lo quiera borrar del mapa, marcó el camino de los Pumas en esta Copa, para bien y para mal. En primer lugar, porque fue parte del Mundial. Es parte integral del análisis. Además, eliminarlo implicaría ponerle una mala nota al rendimiento argentino también en los partidos que siguieron, ante Samoa, Chile y Japón. Porque esas victorias, desde el punto de vista desnudo del juego, tampoco estuvieron a la altura de lo que puede dar este equipo.
En cambio, es valorable la forma en que se repusieron de ese golpazo inicial y sacaron adelante partidos que, por errores propios, se pusieron calientes al final. Tanto ante Samoa como ante Japón, los rivales estaban a tiro de try a pocos minutos del cierre. No son rivales menores, pero tampoco de la jerarquía de los Pumas. Sin jugar bien, tuvieron el temple para salir airosos. El azar los ungió con un fixture accesible y lo supieron aprovechar. Que en cuartos de final estuviera Gales cuando del otro lado Francia e Irlanda quedaban en el camino, también fue una bendición.
El partido con Gales merece un apartado propio. Como ante Irlanda en 1999 y 2015, fue el partido que definió el balance de los Pumas. El partido, además, resume lo que fue el recorrido del seleccionado por Francia 2023. Lo esencial es que allí afloró el espíritu Puma. Primero para reponerse de un comienzo adverso, luego para imponer condiciones en los momentos cruciales del partido: al final del primer tiempo, al inicio del segundo y en los instantes definitorios. Durante casi todo el segundo tiempo, los Pumas marcaron el ritmo del partido y consiguieron vulnerar a una defensa dura como la del Dragón. También sufrieron por errores defensivos propios, una cuenta pendiente en todo el certamen.
El tackle salvador de Matías Moroni es la imagen que quedará para la posteridad y que, en definitiva, sintetiza la actuación de los Pumas. Sufrimiento, garra y osadía.
Nueva Zelanda marcó la realidad del seleccionado argentino: está un paso atrás de las potencias. Lo reconoció el propio Felipe Contepomi al decir que Irlanda y Francia, por juego, estaban entre los cuatro mejores. No es algo de lo que avergonzarse, sino un incentivo para seguir trabajando para acercarse.
El partido por la medalla de bronce también es paradigmático. ¿Puede decirse que los Pumas jugaron mejor? No. Dejaron todo, que es muy valorable. Pero terminaron pagando por la inconsistencia que los signó durante todo el certamen. Un arranque desconcertante, errores de manejos que frustraron ataques profundos, falta de definición en los últimos metros. Inglaterra tuvo un plan simple y lo ejecutó. Los Pumas tenían uno muy distinto, mucho más osado, mucho más atractivo, mucho más incisivo, pero sólo por momentos lo pudo llevar adelante. El cuarto puesto termina siendo un premio a esos buenos momentos y a la entrega constante, pero un castigo a la inconsistencia, lo que los alejó de la medalla de bronce.
Con sus jugadores actuando en distintas ligas del mundo, los Pumas luchan constantemente contra la no disponibilidad de los jugadores, la superposición de calendarios, el poco descanso y la multiplicidad de estilos de juego que traen de sus clubes. Cada cuatro años aparece la posibilidad de tener más tiempo a los jugadores y terminar de plasmar lo que se insinuó en todo el proceso, en este caso uno corto de un año y medio. Desde que se juntó el plantel a principios de julio para preparar el Rugby Championship, luego la preparación en Portugal y finalmente la estadía de dos meses en Francia, da la posibilidad de trabajar y aspirar a explotar en el Mundial. Si la medida es el potencial que tiene el equipo, no se alcanzó.
El juego ambicioso que implementaron Michael Cheika y Felipe Contepomi apareció sólo esporádicamente. La pregunta es por qué, cuando las cosas no salía, se siguió insistiendo con ir por el mismo camino. Por qué, de la misma forma, cuando algunos jugadores no rindieron se empecinaron con ellos en lugar de buscar un recambio que, cuando entraba, tenía un impacto positivo. Si uno revisa las victorias en Christchurch y Twickenham, parte de este mismo proceso, tuvieron poco de lirismo y mucho de tirarle el compromiso al rival y salir a presionar y buscar el error.
Es saludable que los Pumas busquen otros caminos: posesiones largas, integración de forwards y backs, variantes, aprovechamiento de las virtudes de los jugadores. Pero también quedó en claro que es un proceso que va a necesitar más tiempo para que termine de calibrar. En la máxima cita como es un Mundial hay que aspirar al mejor rendimiento posible, no es momento de hacer experimentos. Si bien en la previa había momentos que hacían creer que era posible llegar a ese techo, como el segundo tiempo en Ellis Park, fueron esporádicos y no un reflejo cabal de lo que es este equipo.
El balance es, igualmente, altamente positivo. Los Pumas terminaron entre los cuatro mejores por tercera vez en su historia, la tercera en los últimos cinco mundiales. Sólo Sudáfrica y Nueva Zelanda superan esa marca (cuatro) y sólo Inglaterra la iguala. Los Pumas están un paso atrás de las potencias. Pero están cerca.