En las últimas horas, Corea del Norte informó que logró el desarrollo de bombas de hidrógeno que pueden instalarse en los misiles intercontinentales, generando alarma en toda la comunidad internacional.
A raíz de ello, se abren numerosos interrogantes sobre el uso bélico de la energía. En diálogo con Todo Pasa, el doctor en Física Omar Fojón despejó algunos de ellos.
Fisión o fusión nuclear
“La bomba de Hiroshima es mal llamada atómica”, comenzó aclarando el especialista. En rigor, se trató de una bomba de hidrógeno, es decir, nuclear. Hay una diferencia sustancial en los procesos básicos que originan la explosión y en su poder de destrucción.
Así, la bomba atómica tiene como inicio la fisión nuclear. Ésta consiste en la ruptura o partición de núcleos de átomos pesados (de uranio o plutonio, por lo general). Esa partición genera una reacción en cadena (se parten más núcleos) y una consiguiente liberación de energía. Si este proceso se efectúa descontroladamente, se genera una bomba; si se lo hace de forma controlada se produce energía con uso pacífico.
En cambio, las bombas de hidrógeno tienen como principio la fusión: se suman núcleos de hidrógeno (como los que tiene el sol) para generar uno más pesado y así dar lugar a núcleos de helio.
Poder destructivo
El docente de la UNR señaló que los artefactos nucleares precisan distintos detonantes: en el caso de la bomba atómica, se utiliza un explosivo convencional, mientras que “el gatillo de una bomba de hidrógeno es una bomba atómica”.
Por ello es que las segundas son mucho más destructivas. De hecho, el impacto de las primeras se mide en kilotones, y el de las bombas nucleares en megatones (es mil veces más devastadora).
De esta forma, Fojón no lo duda: si sufriera la caída de una bomba atómica, “una ciudad como Rosario o Santa Fe desaparece; y ni hablar con una nuclear”.