A menudo se relaciona la lectura con lo abstracto dado que mientras uno lee deja volar su imaginación, pensamientos e ideas. No obstante, para el cerebro el texto es una parte tangible del mundo físico, un código que debe descifrarse.
El cerebro considera las letras como objetos físicos porque no tiene otro sistema para entenderlas. El ser humano no nace todavía con circuitos cerebrales dedicados específicamente a la lectura porque la escritura es relativamente nueva en la evolución de la historia de la humanidad.
Ante eso, la mente debe improvisar nuevos circuitos de lectura uniendo diversas partes del tejido neuronal enfocadas en un primer momento a otras habilidades, como el habla, la coordinación del movimiento o la visión.
Una de esas zonas que también usa el cerebro para la lectura es la que tiene como objetivo reconocer los distintos objetos ante nosotros. Las características físicas de los cuales hacen que podamos diferenciar una mesa de una silla, un sofá de un butacón o una pera de una manzana.
Eso mismo sucede con las letras: aprendemos a reconocer cada una por su la forma en la que las líneas se disponen, sus curvas y sus espacios huecos. Es por eso que algunas de las formas más primitivas de escritura empezaron con personajes con la forma de los objetos que representaban, por ejemplo los jeroglíficos de Egipto. Algunos investigadores ven a día de hoy todavía similitudes de este tipo en el alfabeto actual, por ejemplo la C parece una luna creciente o le S se asemeja a la forma de una serpiente.
Cuando uno aprende finalmente a leer internaliza las formas de las letras y, de a poco, se familiariza con ellas. Es por eso que cuando uno se dispone a leer la cursiva le cuesta más trabajo o requiere más esfuerzo entender el texto. La forma de las letras se muestra ligeramente modificada por lo que la mente tiene que dar un poco más de sí.
¿Y escribir en cursiva?
Hay escuelas Montessori que enseñan la letra cursiva primero y luego la imprenta. Según indican, algunos beneficios de ello es que la cursiva es una forma más natural de escribir. porque el lápiz no realiza tantas paradas.
También aseguran que aprender a leer en cursiva hace que luego leer en imprenta resulte más sencillo, mientras que al revés es más difícil. Asimismo, aseveran que escribir en cursiva es un mejor ejercicio para fortalecer las habilidades de motricidad fina.