En la actualidad, hay personas a las que tener tiempo libre les resulta casi una utopía. Pareciera que siempre hay algo para hacer. Los ratos libres y los momentos de ocio suenan a improductividad, a pérdida de tiempo.
Sin embargo, llega un punto en que las demasiadas actividades y la falta de intervalos de esparcimiento hacen que se disparen los niveles de estrés y ansiedad. Y eso, desde luego, sí es un problema.
Fueron especialistas del CPS Research, una clínica de investigación con sede en Glasgow, Escocia, quienes acuñaron el concepto de “síndrome de la vida ocupada”. Este problema no está reconocido oficialmente como un trastorno, pero en los últimos años se le han dedicado varios estudios.
Alan Wade, director del equipo de científicos, señaló que “olvidarse cosas es una parte normal del envejecimiento”, pero que pequeños despistes como no recordar el nombre de otras personas o dónde se han dejado las gafas, las llaves o el coche son cada vez más comunes en gente más joven.
Estos pequeños olvidos no tienen que ver con problemas de deterioro cognitivo como el alzheimer, sino que están causados -según Wade- por las muchas actividades, la hiperconexión a internet, el estrés y factores derivados como un sueño insuficiente o poco saludable, que provocan a su vez dificultades para la concentración.
Vida ocupada no solo por cuestiones laborales
Estas cuestiones suelen relacionarse con el ámbito laboral, ya que es el trabajo lo que hace que muchas personas sientan una enorme exigencia y le destinen numerosas horas cada día. Comer sin levantarse del escritorio ni quitar la vista de la pantalla de la computadora es un ejemplo clásico de “vida ocupada”.
Sin embargo, demasiada dedicación termina siendo contraproducente. “Multitarea, estrés, falta de atención, sobrecarga: son aspectos que afectan seriamente al rendimiento, la motivación y el clima laboral”, explica Rafael San Román, psicólogo de la plataforma ifeel, especializada en apoyo psicológico para empresas.
Las señales del síndrome de la vida ocupada también se manifiestan por fuera de los espacios de trabajo. Por ejemplo, buscar algo para hacer mientras el microondas calienta algo durante treinta segundos, o que los minutos que lleva cepillarse los dientes pueden parecer una eternidad.
Otras señales posibles consisten en estar alerta en el supermercado por si la fila de al lado es más corta: la sensación de urgencia por “aprovechar el tiempo” y hacer algo más es permanente.
Cómo librarse del síndrome de la vida ocupada
En un primer momento, Wade y el resto de científicos escoceses plantearon la posibilidad de administrar un fármaco (memantina) en bajas dosis para combatir los efectos negativos del síndrome sobre la memoria.
Pero sin duda la mejor medida no es tomar medicación, sino adoptar hábitos de vida más saludables, que permitan relajarse y reducir por medios naturales los niveles de estrés y ansiedad. Algunos de esos hábitos, recomendados por los psicólogos, son los siguientes:
Proponerse horarios de desconexión laboral. No leer ni responder mensajes ni realizar tareas relacionadas con el trabajo por fuera de los horarios establecidos. Por la noche, dejar las pantallas al menos treinta minutos antes de irse a la cama, para conciliar el sueño más rápido y que este sea de mejor calidad.
Dejar espacios para el ocio y el descanso. No llenar la agenda de actividades para todos los días y, en la medida de lo posible, no aceptar demasiados compromisos y responsabilidades. Al menos, no más de los que se pueda manejar.
Cuidar la alimentación. Por un lado, llevar una dieta equilibrada, que siempre es beneficiosa para la salud. Por otro, dedicar un tiempo exclusivo para la comida, que signifique también una desconexión con el trabajo y otras actividades. Es decir, no comer y al mismo tiempo trabajar en la computadora, hablar por teléfono, etcétera.
Hacer deporte. Entre los numerosos beneficios de realizar ejercicios físicos con regularidad se encuentra el de reducir el estrés, por lo cual funciona como una suerte de antídoto natural contra las tensiones de la “vida ocupada”.
Huir de la ansiedad. Dar paseos por la naturaleza, meditar y respirar, cuidar plantas de interior y de jardín, leer, escribir: son todas tareas que pueden considerarse “improductivas”, pero que también ayudan a reducir la ansiedad de forma natural y a alejarse de la “enfermedad del apuro” y de la permanente sensación de urgencia.