Las últimas dos camisetas que defendió fueron las de Unión de Santa Fe e Instituto de Córdoba en Argentina, pero su nombre sigue muy ligado a la Universidad Católica. Y cómo no, si Luciano Román Aued se fue el 2022 de los Cruzados luego de ganar 7 títulos y convertirse en un referente absoluto para los hinchas.
“La gente hasta el día de hoy me demuestra muchísimo cariño por las redes sociales, me escriben muchos mensajes. Yo estoy pendiente de Católica siempre, porque es un club al que quiero mucho y quiero que siempre le vaya bien. Hay un ida y vuelta con el hincha que me llena mucho, que me pone feliz. Siempre me manifiestan el deseo de que vuelva y que esté ahí”, le confiesa a En Cancha, en una conversación que tiene, por supuesto, tintes cruzados.
Tras 5 años y medio en Chile, Luli decidió hacer sus maletas y regresar a su país a finales del 2022, con una despedida a estadio lleno en Santa Laura, donde se le homenajeó a él y también a José Pedro Fuenzalida y Germán Lanaro, otros emblemas del ciclo que dejó 4 copas del Campeonato Nacional en las vitrinas de San Carlos de Apoquindo.
“La verdad es que me he sentido muy bien, estoy contento acá. Lo que más he valorado este tiempo es poder estar cerca de la familia, de los amigos. Por allí había pasado la decisión de volver. En Chile me pasaron cosas duras, momentos malos que se tienen que superar lejos de la familia y eso me afectaba un poco. Ahora siento más el afecto de los de uno, que siempre se extraña lógicamente”, tira.
- Y volver al ruedo en el fútbol argentino me imagino que no es fácil.
-El fútbol argentino es recontra exigente, muy dinámico, muy físico, y ha sido un año de transición. En Unión de Santa Fe me habían llamado de un proceso lindo, que parecía que iba a ser todo perfecto, donde iba a aportar lo mío, pero no terminó siendo así porque al mes y medio que llegué se rompió y costó bastante poder hacer pie. A mitad de año me tocó ir a Instituto y ahí me sentí muy cómodo, en una ciudad (Córdoba) que te brinda muchas cosas parecidas a las que yo vivía con mi familia en Chile, y ahí se hizo todo más ameno. Ahí te diría que pude volver a disfrutar en una cancha de fútbol.
- ¿Costó la readaptación?
Yo te diría que no tanto al principio, pero claro, después en Unión al mes y medio se termina yendo el gerente deportivo, y yo venía de Católica, un club que no toca su proyecto desde hace mucho tiempo, entonces no se siguió una línea. Se termina yendo el técnico y ahí quedas a la deriva, se hace todo cuesta arriba. Con todos los problemas que surgen, ya siendo grande, te tienes que hacer cargo como referente y se complica mucho más. Yo soy mucho de involucrarme en los procesos, me gusta eso, y en este caso no pude hacerlo. Eso es lo más difícil de sobrellevar.
-Ya tienes 36 años, ¿no?
-36, sí.
-¿Y seguimos jugando al fútbol o no?
-Jé. Sí, con todo. La verdad es que yo me siento muy bien desde lo físico y todavía tengo ganas. Jamás me he perdido un entrenamiento, ni por el tema físico ni por problemas de ningún tipo. Eso me indica que estoy bien, que he hecho las cosas bien en mi carrera. Mira que he competido con chicos que los supero por 10 o 15 años y he estado a la altura, a la par, así que vamos, que yo voy a seguir compitiendo hasta que vea estoy en otra sintonía con mis compañeros de turno. Si eso pasa, decidiré dar un paso al costado. Por ahora sigo.
-Igual está el cartoncito de técnico ahí listo, por las dudas...
-Sí, yo hace rato que soy entrenador. Hice el curso cuando jugaba en Racing, antes de ir a Chile, y es algo que tengo en mente, que me gustaría en su momento, pero no por ahora. Prefiero seguir disfrutando desde adentro.
-Estuviste más de 5 años en Chile, me imagino que extrañas muchas cosas.
-Sí, totalmente. La verdad que mi paso por Chile fue un proceso hermoso, exitoso, que hemos disfrutado en conjunto, porque no solo la pasamos bien yo y mi familia, sino que también el hincha de Católica, que fue muy feliz en ese tiempo. La verdad que estaba la posibilidad de seguir...
-¿En serio?
-Sí.
-¿Y qué pasó?
-Es que entendía que tenía que ponerle un alto al ciclo para volver a estar con la familia. Me faltaba esa cercanía con los seres queridos. Y lógicamente que se extraña el día a día, porque te encuentras con un país hermoso, que te trata bien, donde nació mi hija además. Me pasaron un montón de cosas y siempre me sentí muy cuidado y contenido. Fui muy feliz y eso se extraña. A veces quieres que se pare el tiempo para disfrutar más, pero la vida es así.
-¿Pero te fuiste tranquilo de la UC?
-Sí, la verdad que sí. Di todo lo que tenía, lo dejé todo, al igual que los compañeros con los que me tocó compartir. El club me dio la posibilidad de continuar, me abrieron las puertas para seguir un año más, pero yo tenía claro que era un ciclo que había que cerrar. Me fui en paz, diría yo, con el cariño de los hinchas, con el reconocimiento, con dos compañeros que fueron emblemas y baluartes como José Pedro Fuenzalida y Germán Lanaro, que estuvieron siempre codo a codo conmigo. Hubo mucha identificación con el club y eso es lo lindo. No es fácil, pero creo que es un muy importante saber irse a tiempo y bien de los lugares.
-Y qué vacío que dejaste en el medio Luciano...
-Jé, y bueno...
-Mira a Ignacio Saavedra, que no ha podido encontrar a otro socio como tú en la mitad de la cancha.
-Vi mucho su campaña y sigo opinando lo mismo. Para mí Nacho es un jugador bárbaro, me parece que hay que cuidarlo. Mira que no son muchos los tetracampeones que van quedando en el plantel, y no hay que soltarles la mano. Él ha sido fundamental en los momentos buenos y también le ha puesto el pecho a los momentos malos y creo que hay que cuidarlo más. El hincha tiene que apoyarlo y respetarlo porque todo se lo ganó dentro del campo. No digo que no haya que exigirle, porque Católica es un club enorme que siempre te va a pedir más, pero sí con la mesura y el ojo crítico que se merece un jugador de su jerarquía. No digo que Nacho no tenga responsabilidad en el presente del equipo, pero no tengo duda que se ha entregado al máximo como siempre. Lo he visto sufriendo por el momento del equipo, pero ahí está siempre, dando la cara.