El miedo a los payasos es una fobia muy común, denominada coulrofobia. Muy frecuente en niños y adolescentes, y en algunos casos persiste incluso hasta la adultez.
Los síntomas suelen ser leves, como ansiedad moderada al ver un payaso, o más graves, cuando el temor es paralizante o la sensación permanece aún cuando el payaso no está cerca. Para comprenderla, se puede comparar con otra fobia frecuente, la aracnofobia, que se entiende como un vestigio innato del instinto de conservación ante un animal amenazante.
Aunque no son animales peligrosos, el miedo a los payasos se basa en la percepción del clown como algo amenazador, dado que se esconde tras el maquillaje sin permitir conocer su verdadera identidad ni su lenguaje gestual. El aspecto del payaso le permite adoptar una identidad oculta que no cumple con ciertos patrones sociales tomados como normales.
Sigmund Freud hablaba de la “disonancia cognitiva”: algo muy conocido pero al mismo tiempo extrañamente inusual que causa una sensación inquietante y contradictoria. Así, la sonrisa permanente de los payasos puede volverse horripilante y aterrorizante.
“Nuestra mente interpreta que las sonrisas en general son positivas; no obstante, no es posible sonreír todo el tiempo, porque de ser así, algo falla”, explica el psiquiatra Steven Schlozman, de la Facultad de Medicina de Harvard. “Gracias al comportamiento de las personas podemos interpretarlas, pero si el aspecto de las personas o su comportamiento no varían, se convierten en terroríficas”, asegura.
Si bien el miedo a los payasos es muy antiguo, e inspiró varias películas de terror, éstas también han contribuido a aumentar esa fobia natural. Las diversas versiones de It, desde el film original en 1990 hasta la serie televisiva, fomentaron el aumento de los coulrofóbicos.