Las lágrimas son un componente importante para la buena salud ocular y mantener la calidad de la visión. Se distinguen tres tipos, cuya composición y espesor difieren considerablemente:
Basales: mantienen la humedad de la superficie ocular de forma continuada. Esta humedad, junto a la integridad y regularidad de la secreción basal es fundamental para tener una visión de calidad.
Reactivas: se producen ante cualquier estímulo extra, como puede ocurrir en un día de viento o al pelar una cebolla.
Emocionales: salen ante situaciones que alteran el estado emocional, bien sea de forma positiva o negativa.
La secreción lagrimal está muy influida por el sistema límbico del cerebro y, más en concreto, con la amígdala cerebral y el hipocampo. El llanto emocional está relacionado las emociones, la conciencia y la capacidad de decidir y elegir. Lloramos por tristeza, por odio, alegría, miedo, dolor…
Llorar es una respuesta adaptativa al estrés emocional y, como tal, tiene una función terapéutica. Cuando lloramos buscamos cierta empatía. Es conocido que ver llorar a una persona activa las neuronas espejo. Buscamos que los demás compartan nuestra emoción o simpaticen con ella. De hecho, las lágrimas emocionales son las más espesas y no caben por lo agujeros lagrimales. Por lo tanto, rebosan por las mejillas para que el llanto sea más visible.
Esta acción llanto libera endorfinas que tienen un efecto tranquilizador y, al mismo tiempo, genera cierto optimismo. Es además autolimitada, se ha demostrado que rara vez lloramos emocionalmente más de 15 minutos.